15/07/2022 8:08:04
Línea Verde
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El cambio climático hace estragos en el agua. Inundaciones y sequías son cada vez más frecuentes e intensas, como se está comprobando en el Mediterráneo. Italia tuvo que declarar hace poco el estado de emergencia en distintas regiones y, en España, al acabar la primera semana de julio, los embalses estaban al 45,3%, 10 puntos por debajo de la media de la última década. La situación es especialmente preocupante en las cuencas del Guadiana y Guadalquivir, donde no llegan al 30% de agua embalsada, la mitad que la media de hace diez años.
Es importante diferenciar la sequía de la escasez de agua. La sequía alude a la falta de precipitaciones en una zona determinada por debajo de los niveles medios considerados de referencia. En España las sequías no son nuevas y se debe contar con ellas para gestionar el conjunto de los recursos hídricos.
Distinto es el concepto de escasez de agua. Con “escasez” se hace referencia a la falta de recursos suficientes para satisfacer unas demandas. Así, mientras la sequía es un concepto meteorológico, la escasez lo es socioeconómico. Se da la paradoja de que ahora hay zonas de España afectadas por la escasez que no están catalogadas de sequía, como parte de la cuenca del Guadiana y del Guadalquivir.
Como mal se puede administrar lo que no se tiene, la disponibilidad de agua es el punto del que partir para gestionar las demandas. El Plan Hidrológico Nacional ya sentó en 2001 las bases de una gestión planificada de las sequías. Incorpora un sistema de indicadores y obliga a elaborar planes especiales en cada ámbito hidrológico y planes de emergencia para municipios de más de 20.000 habitantes.
No obstante, la sequía no puede gestionarse de forma aislada al conjunto de la planificación; hay que incorporarla como parte de la misma. En España, más del 70% del agua va destinada a regadío. En un escenario de cambio climático es obligado replantear la política agrícola para evaluar qué regadíos siguen teniendo sentido en términos económicos, detener las promesas de falsas ampliaciones que generalmente no se cumplen y perseguir con toda la dureza de la ley los pozos ilegales.
Las ciudades también tienen mucho que hacer. Zaragoza consiguió bajar su consumo de 130 litros de agua por habitante y día a 98, gracias a las inversiones municipales en la renovación de tuberías para evitar fugas y a un esfuerzo colectivo del conjunto de la ciudadanía. Ciudades como Cádiz o el área metropolitana de Sevilla han puesto en marcha observatorios de participación ciudadana que se han convertido en instrumentos básicos para una nueva gestión del agua.
Todos los estudios muestran que el cambio climático trae aparejada menos disponibilidad de agua. Urge adecuar todas las demandas al recurso disponible, sin olvidar que los ríos y los ecosistemas son los primeros usuarios.
Fuente: EL PAÍS
Artículo de referencia: https://elpais.com/opinion/2022-07-14/gestionar-el-agua.html
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EL PAÍS
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